jueves, 10 de septiembre de 2015

PROYECCIONES DE UN MUNDO EN LA ERA DEL FIN DEL EMPLEO

¿Sobreviviría la sociedad a una desaparición del empleo causada por el desarrollo tecnológico? Expertos plantean posible escenarios futuros.


SUEÑOS DE ROBOT

El final del trabajo es un concepto futurista para la mayoría, pero para los habitantes de Youngstown, Ohio, es un momento que pueden fechar con absoluta precisión: el 19 de setiembre de 1977.

Durante gran parte del siglo XX, las acerías de Youngstown generaban tanta prosperidad que la ciudad era un modelo del sueño americano. Pero a medida que la fabricación fue trasladándose a otros países después de la Segunda Guerra Mundial, la demanda del acero de Youngstown fue reduciéndose, y una tarde gris de septiembre de 1977 la compañía Youngstown Sheet and Tube anunció el cierre de su planta. Durante los cinco años siguientes, la ciudad perdió 50.000 puestos de trabajo y 1,3 billones de dólares en salarios. El efecto fue devastador.

Youngstown se vio transformada por el desplome económico, pero también por un hundimiento psicológico y cultural. La depresión, la violencia de género y los suicidios se dispararon. En la ciudad construyeron cuatro prisiones a mediados de los años noventa; la industria carcelaria fue una de las poquísimas que prosperaron por aquellos días. Uno de los escasos proyectos de construcción emprendidos fue un museo dedicado a la difunta industria del acero. Youngstown se ha convertido en una metáfora del fin del empleo, un lugar donde la clase media del siglo XX es una pieza de museo.

El caso de Youngstown es utilizado por el cronista Derek Thomson como disparador para una inquietante proyección, publicada por Finanzas.com

Durante los últimos años, algunos economistas y tecnólogos han insistido en la idea de que la tecnología se encuentra cerca de un punto de inflexión. Al examinar con detalle los datos del mercado de trabajo ven señales inquietantes, momentáneamente escondidas bajo la recuperación económica cíclica. Y cuando apartan la vista de sus hojas de cálculo, lo que ven es automatización por todas partes: robots en los quirófanos y tras los mostradores, coches sin conductor circulando por las calles, aviones no tripulados surcando los cielos. . .artilugios que inevitablemente desplazarán a millones de choferes, reponedores de almacén y vendedores. Observan que la capacidad de las máquinas sigue ampliándose de forma exponencial, mientras que nosotros continuamos siendo los mismos de siempre. Y se preguntan: ¿de verdad hay algún empleo que no vaya a perderse?

La pregunta adquiere tintes alarmantes cuando se plantea porque la grandeza y hasta la santidad del trabajo están en el corazón de la política, la economía y las interacciones sociales de medio mundo. ¿Qué pasará si el trabajo desaparece de nuestras vidas?

La esperanza de que las máquinas un día pudieran liberarnos del trabajo agotador siempre ha estado imbricada con el temor de que también pudieran terminar decidiendo por nosotros. En plena Gran Depresión, el economista John Maynard Keynes vaticinó que el progreso tecnológico hacia 2030 posiblemente facilitaría la implantación de la semana laboral de 15 horas y permitiría un mayor disfrute del ocio. Pero, por esa misma época, el presidente Herbert Hoover recibió una carta en la que se advertía que la tecnología era "un monstruo de Frankenstein" que amenazaba con "devorar nuestra civilización". El remitente de la carta, curiosamente, era el alcalde de Palo Alto, que entonces era una pequeña ciudad de California y hoy es la capital de Silicon Valley.

Desde la Revolución Industrial se escuchan voces anunciando que "viene el lobo" pero hoy hay al menos tres razones para tomar en serio el aviso de que la bestia está a las puertas: el actual triunfo sostenido del capital sobre la fuerza de trabajo, la constante reducción del número de empleos y el avance impresionante de la tecnología de la información. "Esta desaparición del trabajo no va a producirse de inmediato, es cierto, pero sí podría hacerlo de una forma rápida, a juzgar por los datos actuales", explica Thomson.

¿Cuál será el escenario a medida que eso ocurra? Diferentes estudios indican que se podrían dar tres opciones o escenarios sociales, que se solaparían entre sí en el tiempo. Algunas personas desplazadas del mercado formal de trabajo dedicarán su libertad al simple disfrute del ocio; otras tratarán de construir unas comunidades creativas y productivas ajenas a lo que hoy entendemos por lugares de trabajo; y otros lucharán, de forma apasionada y muchas veces infructuosa, por reafirmar su productividad inventándose empleos. "Estamos hablando de tres posibles futuros, marcados por diferentes aspectos y que llamaremos el 'consumo', la 'creatividad comunitaria' y la 'contingencia' o eventualidad".

El consumo hace referencia a la teoría de los llamados 'postrabajistas', que creen que, con la adecuada regulación gubernamental, el final del trabajo asalariado llevará a la aparición de una edad de oro del bienestar. "Solo tendremos que preocuparnos por nuestro desarrollo personal, y el consumo estará asegurado por la redistribución de la riqueza", describe.

La creatividad comunitaria es la defendida por 'los artesanos', los que sostienen que se impondrá la creatividad a medida que la tecnología permita que las herramientas que habitualmente dependían de una cadena de producción pasen a los individuos y enarbolan como principal ejemplo las impresoras 3D. Cada uno producirá lo que necesite. Será "la venganza de los artesanos".

Y, en tercer lugar, lo que se denomina 'contingencia' es la aceptación de la eventualidad laboral. "Esta tendencia lleva a la consolidación de lo que los expertos llaman el 'precariato': una clase trabajadora que salta de trabajo en trabajo perdiendo sus derechos laborales, hasta el punto de llegar a acostumbrarse a ello, pero construyendo una identidad y, en cierta medida, un orgullo en su propia inseguridad laboral". En esta circunstancia, el emprendimiento surge de la necesidad, pero puede resultar satisfactorio, auspiciado por Internet y las nuevas tecnologías, que permiten pequeños empleos independientes con clientes potenciales en cualquier parte. Aunque la economía 'a demanda' todavía no está extendida, está en claro crecimiento. "Hay gente joven trabajando a tiempo parcial en esta nueva economía que se siente independiente. Su trabajo y sus relaciones personales son eventuales, pero les gusta que sea así; trabajan pocas horas, pero tienen tiempo para centrarse en sus pasiones", asegura John Russo, profesor de estudios laborales de la Universidad de Youngstown. Sea cual sea la combinación de estas opciones que se vaya imponiendo a medida que avance el siglo, es casi seguro que habrá que dotar a los gobiernos nacionales de un mandato radicalmente nuevo. Serán ellos los que deban afrontar en primer lugar los desafíos y las inquietudes derivados del nuevo orden.

Efectos secundarios

En los años cincuenta, Henry Ford II, consejero delegado de Ford, y Walter Reuther, presidente del sindicato de trabajadores de automoción estaban visitando una nueva fábrica en Cleveland. En un momento, Ford señaló una hilera de máquinas y dijo: "Walter, ¿cómo vas a arreglártelas para que estos robots paguen la cuota de tu sindicato?". La respuesta del jefe sindical se hizo famosa: "Henry, ¿y cómo vas a arreglártelas tú para que compren tus coches?".

"Todos vemos con claridad los efectos inmediatos de la sustitución de los trabajadores por la tecnología, pero no es tan fácil vaticinar los efectos secundarios de esta transformación, como, por ejemplo, ¿qué pasaría con nuestra economía de consumo cuando, de hecho, ya no queden consumidores? ¿Cuál sería el efecto del fin del trabajo sobre los edificios de oficinas y las zonas urbanas? ¿Tendrán sentido las grandes ciudades?", se pregunta Thomson.

Es posible que los historiadores del futuro consideren que el siglo XX fue una aberración caracterizada por la religiosa devoción por el trabajo, la anteposición del empleo a la familia, la equiparación de los ingresos con la valía personal. Peter Frase, autor de Four futures (un nuevo libro sobre cómo la automatización va a cambiar Estados Unidos) dice que el trabajo en realidad es tres cosas: los medios por los que la economía produce bienes, los medios por los que las personas consiguen ingresos y una actividad que aporta significado a las vidas de muchos individuos. "Tendemos a confundir estas tres cosas", indica el autor.

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