VALOREMOS A NUESTROS HIJOS
Este valor que nos damos a nosotros mismos está de acuerdo con la manera en que nos percibimos, la forma en que pensamos sobre nuestra persona y en nuestra conducta general como seres humanos.
Una autoestima sana implica tener confianza en nuestra capacidad de compartir afecto sin distinciones, estar dispuestos a ser amados por nuestras virtudes, disposición y comprensión de las diferencias de los demás, sin dejar de lado nuestra singularidad.
Una buena autoestima significa:
- Tener buena opinión de uno mismo.
- Tener confianza en nuestro valor como personas.
- Tener una actitud positiva.
- Estar satisfecho de uno mismo la mayor parte del tiempo.
- Plantearse objetivos realistas.
Tanto los niños como los adolescentes y los adultos se benefician en su salud cuando mantienen buenas relaciones con los demás, sin soslayar los hechos y los pensamientos positivos adquiridos en las distintas etapas de su vida.
Los niños van construyendo su autoestima a mediada que van creciendo, por eso es de vital importancia ser conscientes de la manera en que nosotros influimos en los niños, en cualquier ámbito de su desarrollo.
Las demostraciones de amor, afecto, cariño y aprobación son las principales actitudes que fomentan el desarrollo de una autoestima sana, y por supuesto, fortalecen los vínculos de apego con los niños.
Como hemos visto, el niño va formando el concepto de sí mismo en base a la idea que se forma sobre quién es, si gusta o no, si es aceptado o no, si es capaz... y su vínculo con nosotros se refuerza, también, a través de cómo nosotros nos comportamos con él.
Por lo tanto, cuando ponemos en práctica lo que escribo a continuación, estamos propiciando una alta autoestima, a que se forme un autoconcepto positivo de sí mismo, y a que fortalezca su vínculo con nosotros.
Voy a ir explicando cada una de esas actitudes y comportamientos que nosotros debemos tener en cuenta.
1. Valorar todos sus pequeños logros.
Hemos de recordar que los niños están constantemente aprendiendo, y todo cuanto hacen lo sienten como un éxito... éxito que, además, quieren compartir con nosotros, pues es la manera que ellos tienen de decir, sin palabras, "Mira lo que he hecho, ¿estás orgulloso de mí?
Por esto, cuando un niño nos enseña por ejemplo, sus primeras letras, hemos de mostrar aprobación y orgullo, y aunque no estén perfectamente bien hechas. Ten siempre presentes que ellos lo hacen lo mejor que pueden.
También es muy importante valorar todo aquello que nos muestran.
Les pongo un ejemplo, se nos acerca el niño con un dibujo. Estemos haciendo lo que estemos haciendo, debemos prestarle atención; puesto que frases del tipo "Ahora no", "No es momento"... repercuten negativamente en sus sentimientos, ya que ellos interpretan esto como que lo suyo no es importante.
¿Cuántas veces, sin querer, estamos ocupados, por ejemplo, colocando la compra, y el niño se acerca todo contento para mostrarnos su dibujo? Solemos decir que ahora estamos ocupados, lo que frustra la ilusión de los niños.
Una buena manera para salir de la situación es decirle, si estamos ocupados, por ejemplo "Qué bien. Voy a acabar esto para poder tener tiempo de verlo contigo con más calma" o alguna frase similar que oriente al niño, y le permita interpretar que lo suyo es tan importante que quieres dedicarle el tiempo que merece.
2. Enseñarle a corregir sus errores despersonalizando éstos
Esto significa que debemos trasmitir a los niños que ese error se debe a una actuación que él puede corregir, y no a una cualidad suya (por ejemplo, diciéndole "eso está mal hecho, tú puedes hacerlo mejor" en vez de "qué desastre").
Aunque parezca una obviedad, hay muchas veces en las que nos olvidamos de que los niños están aprendiendo, y por tanto, cometen errores, se equivocan... y esto es normal.
También antes sus malos comportamientos evitaremos las etiquetas de "eres un vago" "eres malo"... pues en caso contrario, se lo acabarán creyendo. es muchísimo mejor decirles cosas del tipo "Me disgusta cuando no haces tus cosas" "Me siento mal cuando te comportas así..." "Esto puedes hacerlo mejor..."
También es importante no corregir todos y cada uno de sus fallos, pues acabarán frustrándoles. Debemos animarles a que mejoren, evitando constantemente la corrección, pues en caso contrario, optarán por dejar de hacer las cosas... Ya lo dice el proverbio "Sólo se equivoca quien lo intenta!"
3. Estimular su aprendizaje dentro de sus posibilidades, es decir, no exigiendo ni más, ni menos, de lo que el niño puede, o sabe, hacer.
Es fundamental tener en cuenta que cada niño tiene su propio ritmo de crecimiento y desarrollo, y no sólo a nivel físico sino también a nivel psicológico, en sus habilidades y competencias. Cuando somos demasiado exigentes, provocamos frustración en el niño que se va sintiendo cada vez más incapaz, lo que anula su interés por descubrir. Cuando no alentamos ni estimulamos al niño, provocamos un desarrollo mucho más lento, y hacemos al niño cómodo, lo que anula su necesidad por experimentar. Por tanto, hemos de ir acompañando al niño para que descubra su entorno, nuevas maneras de hacer las cosas, mejores formas de relacionarse con su entorno... y que en todo su desarrollo se sienta seguro de sus capacidades para ir evolucionando hacia otras mayores.
4. Hacerle sentir seguro, apoyándole incondicionalmente.
Esto no significa que aprobemos todo lo que él hace, sino que aún cuando hace las cosas mal, no se las recriminamos, sino que le alentamos a hacerlas mejor.
Para eso, hemos de tener en cuenta que el niño está aprendiendo y que, lo normal, es que se equivoque. Todo aquello que queramos corregirle se lo comunicaremos en un lenguaje cariñoso y afectuoso, mostrándole mejores maneras de hacer las cosas. Es fundamental tener en cuenta que los niños son nuestros mejores y mayores imitadores, por eso debemos actuar como ejemplo. Supongamos un caso, el niño grita... antes de corregirle hemos de vernos a nosotros mismos... ¿gritamos nosotros alguna vez? Está claro que si nosotros lo hacemos, el niño también lo hará. Jamás le compararemos con nadie, pues en ese caso, atentaremos contra su autoestima.. Si su primito ya camina y él no, nunca debemos hacérselo ver, cada niño tiene su propio ritmo. además, seguro que hay cosas que él sabe hacer mejor.
5. Tenerles en cuenta.
Esto supone comunicarnos con él y hacerle partícipe de la vida en el hogar o en la escuela.
Muchas veces, los niños son "dejados de lado" porque se considera que son pequeños y su opinión no cuenta. Sin embargo, los niños tienen derecho a ser partícipes y a dar su opinión.
Comunicarnos con los niños no sólo es hablarles, la comunicación va más allá... comunicar significa compartir, y para eso debemos expresar nuestras opiniones, pensamientos, sentimientos y deseos, y en la misma medida, escuchar con atención, practicando la escucha activa.
Para mejorar la comunicación con los niños, y que esta sea más efectiva, tenéis a vuestra disposición tres artículos, ya publicados en pequeteca, titulados "Mirando a los ojos con el corazón. Comunicación con los niños".
6. Respetarles, y no menospreciar nunca lo que dicen.
Muchas veces, a los niños se les dicen cosas como "tú cállate que de eso no sabes", "Tú qué vas a saber!", etc.
Todas estas cosas calan profundamente en los niños, pues ya sabéis que ellos sienten todo.
Debemos alentarles a que se comuniquen con nosotros, o de lo contrario estaremos fomentando su introspección e introversión, lo que a la larga, dificultará nuestras relaciones con ellos... sobre todo cuando lleguen a su etapa adolescente.
Tampoco le quitaremos importancia a sus demostraciones de sentimientos y emociones, diciéndoles cosas como "no llores, eso no es importante", "no protestes", etc... comprendiendo que los niños son seres que sienten, les ayudaremos más si les preguntamos qué es lo que les ocurre, y posteriormente les ayudamos a relativizar el problema.
7. Ponerles límites.
Los límites son necesarios para que los niños crezcan sabiendo qué es lo aceptado y lo que no; lo que esperamos de ellos; etc. Los límites son las guías del camino, son como el mapa del camino.
Las técnicas para para marcar normas adecuadas es, que tengan como objetivo ser cumplidas, que sean coherentes y firmes y que sean expresadas con claridad y respeto.
8. Ámale incondicionalmente y acéptale tal como es, con sus virtudes y defectos.
Si alguna vez encuentras en tu hijo algo que no te gusta, mira en tu interior y allí lo encontrarás. Los niños son nuestro reflejo.
Los niños repiten nuestras acciones, nos imitan, por eso, si encuentras algún defecto en él, corrígelo en ti mismo y te sorprenderás: el niño dejará de hacerlo inmediatamente. Si tú te vuelves silencioso el niño te seguirá, aprenderá sin saberlo; si tú te vuelves meditativo, él se volverá meditativo; si tú no gritas, él tampoco…
Siempre que los padres se quejan de sus hijos, no se dan cuenta de lo que están haciendo, porque la sensación que tengo es que si hay algún defecto en el niño, ha debido de venir de los padres.
Generalmente es así en más del 90 por 100 de los casos; y cuanto más pequeño es el niño, mayor es el porcentaje.
Cuando el niño se hace un poco más mayor y empieza a relacionarse con la sociedad, por supuesto, aprende también de otros, pero en la suma total, la mayor parte procede de imitación de comportamiento de los padres.
Por eso, todo lo que quieras que el niño sea, selo tú. Sé silencioso, sé compasivo, sé amoroso, sé alegre y te sorprenderá que simplemente por ser de esta manera, el niño empiece a empaparse de estas cualidades. Esto será para él lo mejor que le pueda pasar.
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