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lunes, 28 de octubre de 2013

La adicción a los analgésicos enfrenta a médicos y Administración de EEUU

Cada vez más estadounidenses toman analgésicos opioides de forma compulsiva, hasta el punto de que las autoridades sanitarias se refieren a su consumo como una "epidemia".
 
 
SOBREDOSIS
Dicha epidemia es la que provoca más muertes que la cocaína y la heroína juntas. Un total de 16.651 personas fallecieron por sobredosis o uso indebido de opioides en Estados Unidos en 2010, según los últimos datos disponibles del Centro de Control y Prevención de Enfermedades (CDC, en sus siglas en inglés).
 
En la última década, las ventas de estos medicamentos se han triplicado y sólo durante 2010 se recetaron suficientes analgésicos para medicar a cada estadounidense día y noche durante un mes. Pese a que la mayoría de estos fármacos fueron recetados con una finalidad clínica, algunos fueron usados indebidamente, porque los analgésicos, que se prescriben para mitigar el dolor crónico que sufren algunos pacientes, también acaban siendo utilizados como drogas.
 
Ante este panorama, la Administración de Fármacos y Alimentos (FDA) recomendó el pasado jueves aumentar los controles sobre las prescripciones que los médicos hacen de los analgésicos más comunes, los que contienen el opioide hidrocodona, y equipararlos así a los más fuertes, como la oxicodona. Sin embargo, la American Medical Association (AMA) se opone a esta medida, ya que considera que podría limitar el acceso legítimo de los pacientes a esta medicación, especialmente para los ancianos y pacientes terminales que requieren un alivio inmediato del dolor.
 
"Los funcionarios federales deberían sopesar cuidadosamente todas las consecuencias no intencionadas para los pacientes que sufren dolor si consideran la recomendación de la FDA de reforzar los controles a la prescripción de hidrocodona", asegura la presidenta de la AMA, Ardis Dee Hoven. "El abuso de medicamentos con receta es un grave problema de salud pública que no puede ser ignorado, pero si los legisladores trabajan en soluciones al respecto, es fundamental que no disuadan a los médicos de tratar adecuadamente el dolor o reducir el acceso a los medicamentos para los pacientes que sufren", añade Hoven.
 
En lugar de aumentar la dureza de los controles, la AMA aboga por enseñar a los médicos a gestionar el dolor y prescribir opioides "de forma responsable" y por aprobar una legislación "racional" orientada tanto a corregir el mal uso de los fármacos como a mantenerlos accesibles para los tratamientos que los requieran.
 
Los opioides son la causa de más de 40 muertes al día de media en Estados Unidos y, aunque esta "epidemia" afecta más a los hombres, se está convirtiendo en un problema creciente entre las mujeres.
 
El profesor asociado de medicina en la universidad Johns Hopkins, especializado en el tratamiento del dolor, y presentador de un programa de radio sobre la materia, Paul Christo, explica a Efe que la mayor parte de los fallecidos "son personas que toman analgésicos sin receta y que los consiguen a través de amigos o familiares". Christo recuerda que 100 millones de personas en Estados Unidos padecen alguna forma de dolor crónico y que estos medicamentos son "necesarios" para soportarlo. "Entiendo la postura de la FDA.
 
 Quieren reducir las consecuencias negativas de los opioides, disminuir los riesgos. Pero hay más gente que los utiliza porque los necesita y les podría resultar más difícil obtenerlos", señala Christo.
 
El profesor de la Johns Hopkins aconseja "asegurarse de que la persona que prescribe analgésicos se ha formado en el uso de estos medicamentos y comprende los riesgos que implican", porque, según Christo, "no valen para todos los pacientes".
 
Se calcula que cerca de medio millón de visitas a urgencias se deben al uso indebido de analgésicos cada año y que la atención sanitaria derivada del empleo de estos fármacos con fines no médicos cuesta a las aseguradoras más de 70.000 millones de dólares anuales. No obstante, de momento la comunidad médica y las autoridades estadounidenses discrepan sobre cómo afrontar el reto que supone impedir que los analgésicos opioides provoquen más dolor del que se supone que tienen que quitar.
 
EFE

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