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lunes, 23 de septiembre de 2013

Los buenos modales nos mantienen sanos

Los buenos modales no sólo nos hacen civilizados: también nos mantienen sanos, según afirma una especialista.
 
 
Salud, gracias
Un artículo publicado en la última edición de la revista New Scientist afirma que las buenas maneras no solamente nos distinguen del resto de las criaturas que son en este mundo, sino que nos mantiene libres de enfermedades y fomentan la cooperación entre las personas.
 
"Lejos de ser un viejo conjunto de normas acerca de qué tenedores usar, los buenos modales deberían compartir, junto con el dominio del fuego y la invención del lenguaje, el podio de aquello que nos hace humanos", afirma la doctora Val Curtis, titular del Departamento de Control de Enfermedades de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres.
 
La especialista afirma que la primera función de las buenas maneras es "permitirnos socializar sin caer enfermos", infectados con la cantidad de virus y bacterias que podemos transmitirnos unos a otros.
 
"En cada exhalación es posible emitir millones de virus de gripe", al igual que en estornudos y toses. Si realizamos este tipo de ruidosas acciones demasiado cerca de otros, "el disgusto de los demás nos avergüenza y nos enseña a no reincidir", explica.
 
¿Cómo podemos acercarnos lo suficiente para compartir cosas, pero evitando compartir también nuestros microbios? Ahí aparecen las buenas costumbres", indica.
 
Esos buenos modales "son los que impiden pararme tan cerca de alguien como para salpicarlo con mi saliva, o convidar con un bocadillo que yo mordí primero", reseña.
Asimismo, el cuidado de esos modales son los que alientan a las personas a mantener sus casas limpias, ya que de lo contrario podrían ser censuradas socialmente.
 
Pero las consecuencias de la mala educación no se limitan a su potencial para enfermar.
"Si fracaso en mis modales, puedo ser rechazada y condenada al ostracismo, denegándoseme el acceso a los beneficios de la vida como un miembro de una especie intensamente social", detalla.
 
"Todos los días ejecutamos una suerte de danza inconsciente de usos y modales, acercándonos sin llegar a estar demasiado cerca", dice.
"Tenemos intuiciones vagas sobre cosas sencillas, como que sería incómodo ofrecerle a un invitado una toalla sucia, y luego seguimos las reglas de cortesía que nos fueron inculcados como hijos", concluye.

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