Decirles «no» es imprescindible para que aprendan a manejar sus emociones
CONTROLANDO LAS RABIETAS
Sin apenas darse cuenta, y sin mala intención, los padres cometen el error de complacer a sus hijos en la mayoría de sus peticiones: «Mamá, quiero ver dibujos», «papá, no quiero este bocadillo de chorizo, lo quiero de queso», «hoy no me quiero bañar», «mamá, hoy tú no me das el biberón, me lo da papá»... Total, son aparentemente pequeños detalles con los que así se evita escuchar sus lloros y rabietas, y se logra una convivencia más tranquila en en hogar.
Sin embargo, acceder a todas sus peticiones —aunque nos parezcan poco significativas— tiene más importancia en su desarrollo de lo que, en principio, pueda parecer. Los expertos en psicología lo tienen claro: no frustrar a nuestros hijos es malcriarlos, convertirlos en unos consentidos.
María Jesús Álava Reyes, directora del Centro de Psicología Álava Reyes, no puede entender cómo actualmente hay aún pediatras que aconsejan a los padres que den de comer y dejen dormir a sus bebés «a demanda». Asegura que, de esta manera, están acostumbrando a su hijo a que cada vez que llora los padres vayan corriendo a satisfacer sus deseos, de manera que dos adultos se convierten poco a poco en esclavos de un bebé de meses.
Demandas en aumento
No cabe duda de que negar a un hijo aquello que desea en cada momento no es de agrado para nadie. «Sin embargo, la frustración debe formar parte del aprendizaje general del niño —apunta Sergi Banús, psicólogo clínico infantil y director de psicodiagnósis.es—. Sobre todo entre los dos y cuatro años, que es la franja de edad de mayores rabietas».
Aprender a reaccionar
Alfonso Ladrón reconoce que recibe en consulta a muchos padres preocupados por tener hijos consentidos. Sin embargo, algunos piensan que «para qué negarles ahora las cosas, argumentan que ya tendrán tiempo a que otros se las nieguen cuando sean mayores. Esta postura es un acto muy egoísta porque no están aportando la mejor educación a su hijo. Yo les pongo el ejemplo de las matemáticas. Según sus argumentos, para qué enseñárselas de pequeños, ya las aprenderán de mayores. Sin embargo, para aprender a dividir, primero hay que saber sumar, restar, multiplicar... Pues con la frustración ocurre lo mismo, hay que aprender a reaccionar ante ella desde bien pequeños, porque si no el día de mañana en el colegio o en su trabajo no sabrán aceptar un no por respuesta y estarán perdidos como personas».
¿Por qué no les frustramos?
«Es importante —añade Susana de Cruylles, psicóloga clínica y coordinadora del programa para padres del Hospital Universitario Príncipe de Asturias— ignorarles por completo y tener la paciencia suficiente para aguantar el enfado, la posterior pataleta y el tiempo que le cuesta al niño asumir su frustración al no conseguir lo que desea. Resulta esencial que los dos padres se muestren de acuerdo delante del niño a la hora de negarle algo y que nunca discutan las decisiones tomadas delante del pequeño. Si se muestran inseguros o contradictorios, el niño se verá reforzado en su conducta e insistirá en su intento de convencer a una de las partes».
El motivo principal por el que no frustramos es, en primer lugar, la falta de tiempo. Por lo general, el padre y la madre trabajan y hay menos tiempo para estar con los hijos y, como compensación a este vacío —y a veces sentimiento de culpabilidad—, se les premia con aquello que piden. Además, ya que estamos poco tiempo juntos, mejor que sea en un ambiente tranquilo, por lo que es más cómodo darles aquello que quieren para que se callen. Tampoco hay que obviar que cada vez hay más padres separados o hijos que están con los abuelos y que les colman de caprichos.
En otros casos, es porque los progenitores entienden que sus hijos deben tener todo aquello que ellos no pudieron tener de pequeños.
Para no sentirse mal
Lo primero que deben pensar los padres es que, aunque nos duela negarles sus deseos, estamos trabajando para fortalecer su desarrollo como persona para que tenga un futuro mejor. Le estamos enseñando a esforzarse y ser tolerante ante un «no», lo que le ayudará muy positivamente a no bloquearse y a manejar sus emociones correctamente en sus próximas relaciones sociales, en sus estudios y, sobre todo, en su trayectoria profesional.
Pautas ante la pataleta
No chillarle
ni amenazarles. Con cariño
y dulzura se pueden decir las mismas cosas.
No razonar en ese momento.
Mantenernos
serenos.
No endurecer la cara
manifestando nuestro enfado interno.
Marcar
distancia física, separarnos
de su lado dando a entender que no nos interesa lo que hace, vigilando siempre
su seguridad si es en la calle o un sitio público.
Establecer
una distancia emocional: decirle «no me gusta lo que haces y ahora no me apetece jugar contigo». Les
afecta mucho la indiferencia porque su gran temor es que los padres no les
hagan caso.
Decirles que
estamos enfadados
por su comportamiento, no con ellos, y que cuando esté más tranquilo hablaremos
de lo que ha hecho.
Al estar
tranquilos es
conveniente transmitirle que estamos tristes, para que sea consciente de que
tenemos sentimientos y aprenda que existen emociones.
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