Aburrirse puede resultar muy dañino para la salud del cerebro, señala un estudio realizado en Harvard.
Divertirse es salud
Así lo indica una investigación realizada en la mencionada casa de estudios y liderada por el científico Dennis Selkoe, cuyos resultados fueron publicados en la revista Neuron.
La investigación concluye que la exposición a un ambiente estimulante y las nuevas actividades puede tener efectos beneficiosos, superiores incluso a la práctica de ejercicio -que se sabe que genera neuronas nuevas- cuando se trata de retrasar la aparición de la enfermedad de alzhéimer.
Selkoe, con vasta experiencia en dicha dolencia, desentraña los mecanismos moleculares por los que el desarrollo de nuevas actividades ayudan a proteger al hipocampo, una estructura del cerebro relacionada con el aprendizaje y la memoria, de los efectos perjudiciales de la proteína amiloide, relacionada con el deterioro cognitivo que acompaña a la enfermedad de alzhéimer.
Al menos es lo que ocurre en ratones de laboratorio sin modificar genéticamente que son expuestos a los oligómeros de proteína amiloide humana, al parecer un mejor modelo de esta patología que los ratones transgénicos frecuentemente utilizados, según Selkoe, para estudiar lo que ocurre en la enfermedad de alzhéimer esporádica, que constituye el 90% de los casos registrados.
Según consigna el periódico madrileño ABC, el descubrimiento de Selkoe y su equipo es que las actividades que implican novedad para los roedores, lo que se conoce como un "entorno enriquecido", activan un tipo de receptores denominados beta-2-adrenérgicos, que reduce el daño de la proteína amiloide en el cerebro. En concreto mejora la potenciación a largo plazo, un mecanismo implicado en el aprendizaje y la memoria, que falla en las personas con Alzhéimer.
Lo más interesante que se desprende de este estudio es que este efecto protector podía conseguirse también en los roedores suministrando agonistas beta-adrenérgicos, que no son otra cosa que fármacos de los que se utilizan para el tratamiento de patologías como el asma y la enfermedad obstructiva pulmonar crónica (EPOC). Al parecer, los agonistas betadrenérgicos por si solos, sin la práctica de ejercicio ni actividades cognitivas, ayudaban también a reducir los efectos de la acumulación de la proteína amiloide durante el envejecimiento.
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