Los alimentos de agricultura y ganadería ecológica se obtienen con técnicas respetuosas con el medio ambiente y con la salud de los consumidores.
A COMER VERDURAS
Alimentos ecológicos, biológicos, orgánicos…Mensajes en las etiquetas de los alimentos que se asocian a una producción alejada de agentes químicos y contaminantes que deben llevar el sello de calidad que lo certifica.
Unos productos más sanos que los convencionales y con diferencias en sus propiedades nutritivas y organolépticas, según evidencias científicas que señalan los expertos.
En las carnes, por ejemplo, radican en el contenido de proteínas o en el perfil de grasas, ya que las procedentes de ganadería ecológica presentan más ácidos grasos insaturados, que son más saludables que los saturados de las carnes convencionales.
En los vegetales, la diferencia está marcada por el contenido en vitaminas, minerales, sustancias antioxidantes. En hortalizas ecológicas de hoja (lechugas, acelgas, espinacas..) hemos encontrado mayor presencia de magnesio, calcio o potasio. O en pimientos o frutos cítricos, por ejemplo, hay más vitamina C y sustancias antioxidantes.
Más sabor, mejor conservación y un aspecto diferente
Los productos de agricultura ecológica también tienen un sabor más intenso, como los de las huertas de nuestros abuelos. “Las diferencias de sabor vienen marcadas, entre otros aspectos, por la presencia de determinadas sustancias que se sintetizan en el alimento ecológico y que son de mayor concentración por las técnicas empleadas. Por ejemplo, existe un respeto a los momentos de recolección, se espera al momento de mayor equilibrio entre ácidos y azucares y eso significa un respeto por el ciclo productivo”, señala la especialista.
Los sistemas de producción convencional abusan de fertilizantes químicos de síntesis, sobre todo de nitratos, que hacen que la planta alcance un alto contenido en agua, por lo que las sustancias que dan sabor “estarán más diluidas”, apunta Dolores Raigón.
En condiciones naturales, es decir sin estar sometidos a conservantes artificiales, los productos ecológicos se mantienen mejor que los convencionales, pero su aspecto puede ser algo diferente. “Las lechugas convencionales, por ejemplo, como llevan tanto aporte de nitratos se presentan más vigorosas.
Sin químicos y mucho más orgánicos
Los productos ecológicos presentan alta calidad nutricional y organoléptica, algo que les hace más beneficiosos para la salud. Y eso lo alcanzan gracias a técnicas reguladas por la normativa europea que, entre otros aspectos, prohíbe determinados productos químicos, aboga por una fertilización orgánica mejor que por la mineral y por prácticas que prevean las plagas y eviten los consiguientes tratamientos.
Tóxicos que atacan el cuerpo
Pesticidas, contaminación, hormonas de crecimiento o cualquiera de estos disruptores entran en nuestro organismo en mínimas concentraciones a través de los alimentos, del aire o del agua y, al no poder ser eliminados al carecer de vías catabólicas específicas para ello, sufren un proceso de biotransformación en el hígado que puede ocasionar a largo plazo enfermedades como el cáncer o aquellas que deprimen el sistema inmunitario.
Un tomate cultivado en zonas contaminadas puede presentar mayor concentración de añadidos de metales pesados, de productos de combustión, de humos y dioxinas.
En el laboratorio se detectan las diferencias entre los alimentos ecológicos y los convencionales, aunque en realidad un alimento puro y libre totalmente de contaminantes no existe y la tendencia es intentar minimizarlos.
¿Por qué son más caros?
Para que un productor ecológico pueda diferenciarse en el mercado tiene que pagar para que le certifiquen su producto. Le cuesta ser ecológico tanto por las prácticas, como por los productos que pueden utilizar frente a otros que son más baratos. En cambio el productor convencional no tiene que pagar por esa distinción.
Estas son algunas de las razones por las que los alimentos ecológicos son más caros. Aunque si se obligase a que en el precio de un producto convencional se incluyera el coste ambiental que supone producirlo, como por ejemplo contaminar un acuífero cuando no se utilizan bien los fertilizantes, y lo que nos cuesta a la sociedad descontaminar ese acuífero, el producto convencional sería más caro que el ecológico.
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