El juicio militar al soldado a Bradley Manning por las filtraciones a WikiLeaks ha estado sometido a estrictas medidas de control a periodistas, tanto a la hora de acceder a información del juicio como a la de transmitir los acontecimientos que ocurrían en la base de Fort Meade (Maryland).
TODO EN EL TRIBUNAL
Este martes, cuando se conoció el veredicto que absolvía a Manning de "ayuda al enemigo", pero le culpaba de "espionaje", decenas de periodistas que cubrían ese "momento de la verdad" tuvieron que transmitir la noticia a la manera tradicional, corriendo con notas manuscritas a por los teléfonos, que debían mantenerse fuera de la sala de prensa, para comunicar la noticia.
Internet, como obligaban las normas del tribunal militar, debe estar bloqueado durante el juicio para evitar que se emita en vivo, especialmente en redes sociales como Twitter unas vistas en las que se han cuidado con gran celo cómo se transmitía la información, aplicando en ocasiones hasta el extremo la normativa militar.
Especialmente en la última semana, los periodistas han sido examinados con escáneres y teléfonos móviles, tarjetas de internet y todo tipo de dispositivos de grabación han estado prohibidos en la sala de prensa, que por circuito cerrado de televisión recibía las imágenes del cercano tribunal.
Estas normas dejaban a los informadores a merced de una conexión wi-fi que raras ocasiones funcionaba cuando había más de 20 personas en la sala y que a muchos hizo recordar el dicho de "en casa del herrero cuchillo de palo".
Periodistas estadounidenses y extranjeros protestaron en varias ocasiones por el hecho de que en Fort Meade, sede de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) y los principales centros de ciberseguridad y ciberespionaje militar de Estados Unidos, no funcionase internet.
La paciencia se agotó el pasado jueves cuando ante la mayor afluencia de periodistas los militares decidieron vigilar con dos guardias armados que miraban por encima del hombro las pantallas de los informadores cada cinco minutos, que se cumplían las normas.
Durante el juicio, que comenzó el 3 de junio y pasó por una fase preparatoria de un año, las vistas sobre Manning contaban solo un reducido grupo de informadores, una gran parte de ellos defensores de Manning, como la periodista independiente Alexa O'Brien o el dibujante Clark Stoeckley, que cada día llegaba a la base en una furgoneta con un gran logotipo de WikiLeaks.
Pese al compromiso sobre el papel con la transparencia, en el juicio de Manning la juez castrense Denise Lind se ha negado proveer transcripciones oficiales del proceso al público y durante meses no se pudo acceder a los documentos del sumario, al tiempo que varios testimonios se han llevado a cabo a puerta cerrada para proteger información clasificada.
El incomprensible despiste de las autoridades militares en Fort Meade a la hora de planificar el acceso a internet de los medios acreditados contrasta con el cuidado puesto en la seguridad en esta base, donde una conductor perdido que acabe en una de las entradas "solo para empleados" de la NSA es interrogado durante varios minutos hasta confirmar la identidad y lo plausible de la coartada del descuido.
Pese a las normas, alguien pudo al inicio del juicio grabar la voz de Manning leyendo su declaración inicial en la que explicaba los motivos que le llevaron a filtrar más de 700.000 documentos clasificados, un intento de mostrar el lado más humano del ex analista en Irak.
Para los más críticos con el juicio contra Manning, que consideran al soldado de 25 años un "whistleblower" (delatador) con buena intención que quiso revelar crímenes de guerra, las cuitas vividas en Fort Meade no son más que un síntoma de los intentos por amilanar a futuros denunciantes dentro del Pentágono y manejar el modo en que se muestra a Manning al público.
Como ha dicho O'Brien, que ha asistido todos los días al proceso contra Manning, "si este juicio hubiese sido televisado, si pudieran ver lo sincero que es Bradley Manning y su carácter la opinión pública sobre este caso cambiaría dramáticamente". EFE
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